Desde que comencé mi andadura profesional hace ya más de
diez años (e incluso en mi época estudiantil), me he encontrado por el camino
multitud de jóvenes con un mismo factor común: LA DESMOTIVACIÓN. Padres y
madres angustiados sin saber qué hacer, adolescentes e incluso niños sin ganas
de aprender etc... lo que me lleva a preguntarme ¿por qué?.
Tendemos a echar siempre balones fuera y establecer que la
culpa es del alumno o alumna, y nada más lejos de la realidad. En primer lugar debemos de dar la importancia
que merece a los docentes y cómo plantean las tareas así como la información.
Generalmente
preferimos realizar una tarea que esté planteada con claridad antes que una que
no logremos entender o que no tenga unos claros objetivos fijados, que esté
planteada en un buen clima, con cierta organización...pero no todo es esto. El
docente debe de interesarse por el alumno y por cómo está aprendiendo. Además
de mostrar una actitud abierta y empática, lo que es fundamental, debería a la
hora de plantear tareas y corregir las mismas, hacerlo de manera inmediata (lo
que llamamos feedback) para que los alumnos puedan ver sus éxitos, errores y puedan
resolver sus dudas en el momento. Cosa que va a hacer que esa motivación por el
aprendizaje nazca y crezca día a día. De ahí la importancia que tiene el
profesorado ante la actitud de sus alumnos frente al aprendizaje.
Por otro lado, y no menos importante, debemos de hacer
mención a las familiar, en especial a padres y madres. He escuchado cientos de
veces la frase: “¡Si lo tiene todo! No sabemos por qué es así, ¡no tiene
ninguna inquietud!... Pues bien, aquí radica otro de los grandes problemas. Muchos son los adolescentes que hoy lo tienen todo sin tener ningún tipo de responsabilidad, sin
saber lo que cuesta conseguir las cosas, y ni tan siquiera si ellos mismo son
capaces de conseguirlas por sí mismos. Por lo general, están acostumbrados a
conseguir las cosas sin esfuerzo y esto les hace no saber o no conocer sus
propias virtudes, limitaciones, y a tener una gran falta de responsabilidad.
Qué quiero decir con esto, muy sencillo; gran parte de esta desmotivación
proviene de que los estudiantes creen que no son capaces de llegar a los
objetivos, que no van a poder, llegar, etc… y este miedo les hace tener una baja
autoestima. Lo que les lleva a la falta de motivación y apatía, e incluso a que
piensen que para qué les sirve lo que están estudiando y lo que hacen.
¿Cómo
podemos ayudarles?
Deberíamos por empezar dándoles responsabilidades, empezando
desde cosas sencillas, pero que sepan que es su responsabilidad y haciendo que
resuelvan los propios problemas y conflictos que puedan derivar de ello. Esto
se debería hacer desde edades tempranas, ayudándoles así desde niños a adquirir
responsabilidades. Responsabilidades siempre adecuadas a su edad, que les van a suponer que en el
futuro sepan lo que les gusta y lo que no. Que sean capaces de tener
responsabilidades y lo que es más importante darles la oportunidad de ser
alguien, de hacer cosas por sí mismos, de equivocarse, de ser útiles al fin y
al cabo.
Lógicamente no todos los adolescentes son iguales, y no se le
podrá dar la misma explicación a la falta de motivación. Las características
propias de esta etapa como los intentos por reafirmar su identidad, la
necesidad de independencia, la importancia de las relaciones sociales, el
historial de malos resultados académicos, el reconocimiento de sus obligaciones
dentro del ámbito familiar, etc… Si bien es cierto que si influyen en la forma en que se relacionan con
los estudios.
Para finalizar, debemos de ser conscientes de que conocer
sus gustos, saber qué capacidades tienen, qué cosas se les dan mejor, qué temas
le interesan, cuáles son sus sueños, etc., puede ayudar a encontrar una motivación
para hacer las cosas. Saber hacia dónde quiere ir le facilitará encontrar un
camino dirigido a sus objetivos y donde encontrar sentido a sus esfuerzos.
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